martes, 21 de junio de 2011

La Apología de Sócrates - Resumen

La Apología de Sócrates
Sócrates empieza por dejar en claro que es mentira lo que sus acusadores han dicho de él y que en su defensa, él si se ajustará como siempre a la verdad. les solicita a los atenienses que lo disculpen por no defenderse con el lenguaje de los tribunales, pues sólo conoce el lenguaje que acostumbra a usar en las plazas públicas, les está diciendo que de condenarlo, deberían de condenarse ellos también, por haberlo seguido en sus discursos.
Hace esta diferencia, porque indica que sus detractores lo acusan desde hace mucho tiempo atrás y que estas acusaciones han calado hondo en las mentes de otros, de tal forma que tiene en su contra no solo a quienes lo calumnian desde siempre, sino además a los que han sido persuadidos y a su vez han persuadido a otros de que Sócrates no cree que haya dioses.
Leen la acusación: “Sócrates es culpable de tratar de penetrar, con curiosidad impía, los secretos de la tierra y del cielo, de hacer de una mala una buena causa y de enseñar a otros cosas semejantes. “Sócrates es culpable de corromper a los jóvenes, de no reconocer a los dioses del Estado y de introducir nuevas divinidades.
Sócrates, dialogando con sus juzgadores les dice, ¿De dónde vienen esas calumnias que se han difundido contra ti? Y responde: viene de cierta sabiduría que hay en mí, aunque más adelante dice que no la tiene. Explica que Cherefón, su amigo de la infancia, un día fue a Delfos, preguntó al oráculo si había en el mundo un hombre más sabio que Sócrates y la Pita respondió que no. Sócrates intenta comprender el significado del oráculo y busca a hombres sabios: poetas, políticos, entre otros, para corroborar que si existen hombres más sabios que él, sin embargo, se percata que a los ojos de casi todos estos pasaban por sabios sin serlo. Intentó convencerlos de tal error y esto le generó el odio de muchos, Termina reafirmando: “Por esto es por lo que se me odia, por decir la verdad”
Ante las acusaciones,  Sócrates se defiende atacando a sus difamadores. Acusa a Melito de mentiroso de petulante y de insolente, y lo confronta. Le refuta sus alegatos y los aniquila con sus preguntas. Primeramente le cuestiona ¿quién es la persona capaz de hacer mejores a los jóvenes? A lo que Melito contesta, las leyes. Le vuelve a plantear la pregunta y contesta Los Jueces (Jueces y Leyes están en absoluta concordancia). La respuesta de Melito es muy efectiva para acorralar a Sócrates, pues si este niega lo que dice Melito estará diciendo que los 500 jueces (que lo están juzgando) y las leyes creadas por los mismos atenienses son incapaces de hacer más virtuosos a los jóvenes, ergo, serán sus corruptores. Si por el contrario, acepta, como cierto, que esos 500 jueces son todos capaces de hacer mejor a los jóvenes, estaría aceptando que, por su envestidura de jueces, son hombres sabios y virtuosos, lo cual, a todas luces no es así. Sócrates sabía que Melito nunca contestaría la respuesta que él quería: el filósofo, al final, la pregunta de Sócrates termina interpretándose como: ¿Quién es la única persona capaz de hacer peor a los jóvenes? Y para Melito sólo tiene una respuesta: Sócrates.
En vista que está siendo acusado de corromper a los jóvenes, pregunta: ¿Qué cosa es mejor para ti, vivir entre gentes de bien o entre malvados? ¿No es verdad que los malos hacen siempre mal a los que están cerca de ellos y los buenos hacen siempre algún bien a los que con ellos viven? ¿Habrá, pues alguien que quiera recibir algún daño de aquellos con quienes trata, más bien que ser favorecido? ¿Cuándo me acusas de corromper a la juventud y de volverla peor, dices que la corrompo intencionalmente o sin quererlo?
Ahora Sócrates, descarga su furia contra Melito, haciendo ver que si él corrompiera a la juventud, de manera intencional, se estaría exponiendo a que ellos mismos lo dañaran luego y por lo tanto, se estaría dañando a sí mismo. Es decir que si les enseñaba el mal el también sería una víctima de ello. Por último Sócrates demuestra que la acusación de que no cree en los dioses es falsa, pues hace que Melito acepte que Sócrates sí cree en los Demones, como hijos de los dioses, y si cree en estos, no puede ser que no crea en los dioses.
            Siendo que Sócrates sabe las razones del odio que se le profesa y que intuye cuál será el desenlace de ese juicio, le vuelve a abrir la llave al dispensador de cicuta, cuando luego de terminar el interrogatorio, en su discurso le dice a los 500 jueces: “De todas maneras, hagáis caso de Anito o no hagáis, me absolváis o me condenéis, nunca jamás obraré de otro modo, así tenga que sufrir mil muertes.
Previo a esto, Sócrates afirma no temer a la muerte y asegura que no actuará de manera contraria a su deber religioso, por lo que confiará plenamente en su sólida argumentación y en la verdad para ganarse el veredicto. El jurado, sin embargo, lo encuentra culpable por 281 votos a 220  y es condenado a muerte. Sin extrañarse, Sócrates acepta la condena, sin embargo, dice que esperaba ser condenado por más votos en su contra y no por una diferencia de tan solo 30.
Sócrates, tenía derecho a formular una contrapropuesta a la pena que se le impuso (la pena de muerte), por lo que, ofrece comida gratuita en el Pritaneo, lo que “era un honor reservado a atletas y otros ciudadanos importantes.” Descarta el destierro y considera una multa de 30 minas, que es lo que sus amigos pueden pagar, pero el jurado no aceptará por considerarlo una suma muy pequeña comparada con el castigo impuesto. La pena de muerte es impuesta.        
Profetiza a los que lo condenaron que serán castigados, que tendrán un gran número de censores a quienes él (Sócrates) contenía, quienes serán tanto más severos cuanto que son más jóvenes. Les dice que matando gente para que no les censuren sus malas vidas, no es una forma honesta de desembarazarse de los censores. Es mejor esforzarse en ser más virtuoso. Se dirige luego a los que lo absolvieron y los llama: Jueces, y les dice que no deben temer a la muerte, que la muerte no es un mal, sino un bien. Luego se despide para siempre de ellos.

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